Romper
A menudo se dice que “un paso a la vez” es el camino si quieres estar mejor.
Esto es cierto, hasta cierto punto. El cambio es lento. La parte difícil, por lo general, no es el cambio en sí, sino darse cuenta de que el cambio es inevitable. En otras palabras, la resistencia es la verdadera batalla.
Juan bebe.
Sabe que está mal. Lo hace para sentir algo, para llenar un vacío constante en su vida. Por supuesto, beber por sí solo no funciona. Necesita chivos expiatorios. Por suerte, tiene amigos que se sienten casi igual. En silencio, eso sí, sin atreverse nunca a exponer esa verdad incómoda. Todo viene acompañado por los lugares a los que van y las rutinas que repiten. Todo sostiene ese estilo de vida.
Juan está cansado de mentirse a sí mismo. Decide cambiar. No siente un resentimiento particular hacia sus amigos. Después de todo, comparten chistes, recuerdos, una historia.
Así que lo declara: no más alcohol el próximo fin de semana.
—
Llega el fin de semana.
Rodeado de esos amigos, alguien le alcanza una cerveza.
“No, no estoy tomando, perdón”.
Silencio.
Luego, burla.
“¿Te volviste loco? ¿Qué sos, un cagón? Dale, boludo. ¿Nos vas a dejar tirados?”
Se siente humillado. Por supuesto que no quiere dejarlos atrás. Después de todo, no está intentando dejarlos a ellos, solo al alcohol. Pero sigue estando esa voz dentro de él que susurra: Esta vida es una mierda. Bebe. Quiero sentir algo. Se vuelve más fuerte con estas personas alrededor.
Así que bebe.
Las risas vuelven. La tensión se disuelve. No hay más incomodidad.
Hasta el día siguiente. O unas horas después. O incluso en ese mismo momento, cuando ya necesita más de lo habitual solo para sentirse normal.
La batalla está perdida.
Al día siguiente se siente roto, como siempre. Se culpa. La vida se erosiona poco a poco, casi de forma imperceptible, hasta que un día resulta evidente que algo ha colapsado.
La historia de Juan es la de millones. Dejando de lado el alcohol, podría ser cualquier cosa: horas perdidas en la pantalla, distracciones que te mantienen adormecido, una carrera construida para cumplir expectativas ajenas, o incluso una pareja silenciosamente te mantiene estancado.
Si Juan quiere romper con eso, tiene que cortar de raíz. No hay lugar para cambios parciales en este contexto. El alcohol está ahí porque hay amigos que lo sostienen. Porque hay un entorno que lo normaliza. Porque no existe una red de contención para los fines de semana en soledad, cuando el ruido se apaga y termina la evasión.
Dejar de ver a sus amigos implica enfrentarse a lo que ha estado evitando todo este tiempo: aprender a estar solo y mirar de frente sus propias sombras.
Romper no suele tratarse de eliminar un solo hábito. Se trata de dejar algunas cosas atrás e incorporar otras nuevas al mismo tiempo. No de reconstruir la vida desde cero, sino de aceptar que decidir estar mejor suele requerir un movimiento coordinado, no ajustes aislados.
No existe una versión de la vida mejor de Juan que incluya a esos amigos.
¿Notas lo que hice ahí? Amigos no es lo mismo que amigos.
Los amigos se preocupan por tu bienestar. No te arrastran hacia abajo cuando intentas mejorar.
Cuando Juan intentó escapar, los amigos se sintieron amenazados. Expuestos. Necesitaban que se quedara. Su mejora iba a reflejar su propio estancamiento.
Los amigos se burlan de ti cuando intentas crecer.
La vida se vuelve peor.
Los amigos celebran tu progreso y lo apoyan. Sientes el impulso de hacer lo mismo por ellos.
La vida se vuelve mejor.